Tras más de 2 años del brutal asesinato de Samuel Luiz al grito de “maricón de mierda” cuando salía de un pub en la madrugada del 3 de julio de 2021, la fiscalía se ha pronunciado aceptando el agravante de discriminación por orientación sexual y pidiendo las penas máximas para los 5 acusados, que van desde los 22 hasta los 27 años de cárcel. Casos como el de Samuel, además de estremecer a la opinión pública, sirven para personalizar la realidad a la que se enfrentan las personas LGTBI+ a lo largo de su vida.
“Maricón”, “Sarasa”
“Bollera”, “Marimacho”, “Tortillera”, “Transformer”…, estos son algunos de los
insultos a los que se enfrentan los miembros de la comunidad LGTBI+ cada día.
Pese a que puedan parecer arcaicos, las agresiones relacionadas con la
orientación sexual han crecido un 67,63% según los datos del último Informe
sobre la Evolución de los Delitos de Odio en España, realizado en 2021 por el
Ministerio del Interior.
Cifras que evidencian la necesidad de una legislación
más protectora con los colectivos discriminados y más dura con sus agresores; con
frecuencia alentados por partidos ultraderechistas como Vox que hacen que
muchos sientan sus ideas homófobas legitimadas.
![]() |
Manifestación como signo de repulsa al asesinato homófobo de Samuel Luiz. |
La reciente aprobación de la ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI+ ha sacado a relucir de nuevo esos discursos de odio contra los avances sociales que señalan a un colectivo y generan un clima que hace aumentar las agresiones. Algunos de ellos que asocian la homosexualidad y la transexualidad a enfermedades o trastornos mentales como la pedofilia, evocan a décadas de legislación franquista en las que ser gay era considerado un peligro social al que le acompañaba el estigma del sida.
No es hasta 1973
cuando se dan los primeros avances y se logra que la Asociación Norteamericana
de Psiquiatría retire la homosexualidad catalogada como trastorno y recogida en
la sección de desviaciones sexuales de su Manual Diagnóstico y Estadístico de
los Trastornos Mentales; decisión que en 1990 se extrapoló a nivel mundial por
parte de la OMS, lo que supuso un hito trascendental en la historia del
movimiento LGTBI+.
Sin embargo, los
disturbios de Stonewall en 1969 son considerados el punto de inflexión en la
historia LGTBI+ ya que cambiaron millones de vidas y supusieron una declaración
de intenciones de todos los avances que vendrían décadas después. Miles de mujeres lesbianas, hombres gays,
personas transgénero, adolescentes fugados y drag queens se rebelaron contra la
policía, en un bar de ambiente de Nueva York. Los agentes se vieron obligados a
refugiarse dentro ante el tinte violento que alcanzaron las manifestaciones espontáneas.
En lo que respecta a España, cabe mencionar la Ley de Vagos y
Maleantes aprobada el 4 de agosto de 1933 y que fue modificada por la Ley
franquista de 15 de julio de 1954 para introducir la figura del estado
peligroso de homosexualidad. Según esta norma, ser homosexual suponía un
peligro contaminante para la moral sexual colectiva, es decir, que eran
perseguidos, aunque no hubieran cometido ningún delito. Se percibía como un
comportamiento que debía ser corregido y curado, mediante una sanción privativa
de libertad, destierro, libertad vigilada y terapias de conversión.
Esta catalogación, que reprimió dura y sistemáticamente al
colectivo LGTBI+, dejó de estar vigente en 1978 con la llegada de la democracia
y permitió salir del armario de la clandestinidad, pero todavía quedaba mucho
por hacer. La homosexualidad seguía siendo concebida como una conducta
provocadora y, por ende, incurría en un delito de escándalo público que estuvo
vigente hasta 1988.
Activistas como
Pedro Zerolo, Carla Antonelli, Boti García o Bea Gimeno son algunas de las
caras visibles que han continuado la lucha dando voz a esta realidad social y
son los responsables de que España se sitúe a la cabeza en materia de
protección de derechos y libertades LGTBI+. Prueba de ello es la ley 13/2005 en
tiempos de Zapatero, que convirtió a España en el tercer país del mundo que legalizó
el matrimonio homosexual por detrás de Países Bajos y Bélgica, y en el primero que
estableció la igualdad total en lo relativo a la adopción para las parejas del
mismo sexo, ya que cuando entró en vigor la nueva legislación española la
normativa holandesa no contemplaba la posibilidad de que las parejas
homosexuales adoptasen niños extranjeros y la belga aún no admitía la adopción
por parte de matrimonios homosexuales.
En 2007 se
permitió que las personas transexuales pudieran modificar su sexo asignado al
nacer en el Registro Civil si cumplían una serie de requisitos como un
diagnóstico de disforia de género y una hormonación obligatoria durante al
menos dos años. Requisitos que desaparecen tras la entrada en vigor de la ley
trans el pasado mes de marzo. Esta norma ha convertido a España en el décimo
país del mundo y en el séptimo europeo en permitir la autodeterminación de
género, en sintonía con las recomendaciones de instituciones como la OMS o la
Comisión Europea y con la estela de países avanzados como Dinamarca o Noruega.
La ley pretende
mejorar los procedimientos para denunciar las discriminaciones, y, sobre todo, las
difíciles condiciones de vida de una minoría muy vulnerable, que registra una
de las tasas de suicidio más altas, cercana al 42%, entre los 18 y los 44 años
según la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales. Además,
tanto la UGT como la Organización Internacional del Trabajo coinciden en que
las personas trans se enfrentan a una tasa de paro cercana al 80%.
Pese a los
discursos extremistas y las críticas tanto de la Oposición como de los
colectivos feministas y de algunos miembros del propio Gobierno, que sí ven
necesaria una confirmación psicológica antes de la libre autodeterminación, el
respaldo parlamentario ha demostrado una vez más la continuidad de España como
uno de los grandes referentes internacionales en la lucha contra la
discriminación en esta materia.
Además, si se
analiza el funcionamiento de la norma en otros países los argumentos de un
posible fraude masivo o que el avance en esa dirección sea incompatible con el
impulso de una agenda social feminista carecen de fundamento. Según datos
oficiales, desde que Portugal reconoció en 2018 la autodeterminación de género
sin necesidad de informe médico ni hormonación, tan solo 500 personas han
solicitado ese cambio.
Aún queda mucho
camino por recorrer tanto en el terreno internacional donde la homosexualidad
sigue siendo ilegal en 69 países, en doce de los cuales está condenada con la
pena de muerte, como a nivel nacional donde cada vez son más frecuentes los
discursos que reabren debates ya superados y amenazan los derechos LGTBI+ ya
conquistados. La educación en los valores del respeto y la diversidad y el
activismo son la clave para avanzar en justicia social y evitar que las
agresiones se produzcan.
Comentarios
Publicar un comentario